viernes, 4 de julio de 2008

San Fernando del Valle de Catamarca, por Duar

La fiesta entraba limpia y clara por el balcón del cuarto piso del Ancasti. Las narices pegadas al vidrio se resignaban a esconderse bajo el percal de 180 hilos de las sábanas del hotel.

Una agitada y por demás breve tarde los había paseado por todo lo que hay para ver en San Fernando del Valle de Catamarca y alrededores; la habían caminado al ras, al calor de la siesta: las calles angostas, los amplios portones y las vidrieras del centro. La habían visto de arriba, trepando por el Portezuelo, mientras el sol se escondía detrás de los Andes.

Ahora, que la podían disfrutar de verdad, la apretada agenda del viaje al Norte les imponía otra realidad. Y se les escapaba la gente y la fiesta en la plaza.

Pero llegaron los amigos en banda y gritaron, agitando los brazos desde la vereda.
Y mientras daban las doce, con el sol iluminando algún punto del Pacífico, descubrieron que la noche de Catamarca era demasiado joven para morir.

1 comentario:

VidrioColor dijo...

Este chico que escribe es MI amigo, loco..., qué orgullo me das..., no tenés ni idea.

Beso!