miércoles, 23 de julio de 2008

Embarcación, por Duar.

El impenetrable comienza a hacerse notar: a ambos lados de la ruta, el frondoso bosque es solo la fachada que tapa los cañaverales. Imponentes plantaciones de azúcar, con ejemplares de una altura equivalente a tres hombres parados unos encima de otros; tan pegados entre si que hasta al aire que respiramos se le complica para pasar. Impenetrable, lo que se dice impenetrable, son las cañas y las púas y un poco las tranqueras. En realidad lo que atravesamos es la mal llamada zona de Yungas: Güemes, Ledesma, el Parque Nacional Calilegua, luego Pichanal y finalmente Embarcación: Portal del Chaco Salteño, como reza en el oxidado cartel que algún milagro mantiene en pie a un lado de la Ruta 34.

Hacía mucho que no andaba esa ruta. Me acuerdo de chico, a bordo de un Renault 12 que llegaba pidiendo permiso y perdón. Empecé a acordarme con las subidas y bajadas del camino, con el “agarrate el pupo” de mamá. Al pupo hay que agarrarlo porque sinó se te escapa. A mamá se le escapó el pueblo además del pupo; queriéndose escapar ella, terminó volviendo solo para rezar muertos y contarnos como fue: como fue que se perdió todo, como es que casi nada queda.

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