martes, 24 de febrero de 2009

El Rodeo, por Duar


El viajero se topa con Chica en Bici mientras baja desde La Poma a toda velocidad. La ve darse un golpazo en medio de la ruta y salvar su vida de milagro, arriba de una bicicleta sin frenos. Le hace un lugar en el asiento del auto y la acerca a su casa, en El Rodeo, valle abajo. Durante todo el viaje, intercambian experiencias y opiniones: le pregunta cómo es vivir en los Valles y le cuenta como es vivir en la ciudad. Como es natural, los dos eligen enumerar los tragos más amargos de sus respectivas existencias y ponderan el día a día del otro.

El proceso tiene su explicación: quince minutos de charla les alcanzaron para separar la cosa de objeto y centrarse en este último. Catalogarlo. Estereotiparlo. Idealizarlo. Inquirirle en base a eso. Adivinar sus respuestas. Repreguntar. Los dos. Casi sin respiro, como un tiroteo.

Al final del viaje, descienden del vehículo y se despiden para siempre. El viajero, de vuelta en el auto, mastica un carajo.

—No le pregunté el nombre —se lamenta, y se lamentará por siempre.

lunes, 9 de febrero de 2009

La Banda, por Juanito

Postal de Santiago, la estación envuelta en sol. El olor a siesta. El paisano que visita su pago ya presto a regresar al exilio que la pragmática impone.

La señora me cuenta que es enviada de Dios. Que a través Suyo presiente el futuro. Una madrugada previó en sueños que su hijo iba a morir en un accidente, y así fue nomás. Otra vez se enteró antes que el médico que su cuñado había enfermado. Cáncer de páncreas, el diagnóstico.

El tren se detiene y ella baja presurosa en búsqueda del saludo de los suyos. De los que quedan. De quienes Dios aun no ha dado noticias. Ni tomado nota.

jueves, 5 de febrero de 2009

Dainzú, por José Elías Bautista Rosete


Ligera, como la fruta ausente en sus colinas, la ciudad se oculta vanamente. Nada penetra más que la mirada de los hombres modernos, ellos nombraron diferente al territorio: Dainzú. Una visión fantasma impulsa el grito del ancestro, que invita, furibundo, a retirarse, ya han saqueado demasiado sus dominios. Llorará mientras camina en el silencio de sus pasos, penando inútilmente por el valle, al reparar en que su fuerza ya se ha ido.

El pasado se manifiesta todavía, a manera de bálsamo sanguíneo, que se mezcla con la humedad de las piedras. Sólo las constelaciones saben su nombre verdadero, secreto guardado en las vasijas sumergidas en la arena.

Caminar a tientas, no de noche sino en vacío. Recuerdo a los amigos durante el trayecto. Las estaciones y los años no menguaron estos rumbos. Es seductora la corriente que conserva limpio aquel paisaje.

Numerosas espinas se revelan cautivas en la tela: mis pantalones están heridos de una dúctil concurrencia. La vereda intenta dejarme alguna huella, negándose a quedar en el olvido. Indago la textura de los pastos, peregrino soy en estos vericuetos del estadio. Aún se conservan los sonidos de un conjunto de caderas, que se rompen al herirse, voluntarias, por la fuerza de una bala monolítica: el juego de la muerte, el juego de pelota.

Es un espectáculo que crece en la memoria, como la postal que se olvida en la guantera.

lunes, 2 de febrero de 2009

Mar del Plata II, por Juanito

Caminamos unas pocas cuadras de ranchos y descampados, grito de realidad entre esos dos mundos inciertos que resultan Bosque y Mar. Andamos ese equívoco sendero de silencios, inquietudes, caricias y -por qué no- alguna chanza, inventando un espacio de palabras a veces suaves, a veces pícaras y escurridizas, que jamás resignarán vigencia.

En eso le -y me- pregunto cómo puede ser que le guste ese olor a mezcla de pescado podrido y azufre. Me entrega una mirada que es en sí misma una razón. De todos modos, agrega: Me recuerda que estoy lejos de casa.