miércoles, 27 de agosto de 2008

Villa Gesell II, por Duar

Al intrépido le calzaron un cascabel al cuello y quedó para siempre domesticado. De a poco, alternativamente disfrutando y sufriendo sabores y sinsabores de ya no ser uno, le fue tomando el tiempo a la vida de casado.

Así abandonó el desafío a los sentidos que le proponía el agreste paisaje del Norte y se dejó llevar a las playas del sur, a vacacionar como pequeño burgués.

Juntos, gato y cascabel, encontraron la forma de hacer coexistir gustos y disgustos que marcaban a priori diferencias irreconciliables. Pensaron que el amor era un juego dialéctico y hallaron la síntesis perfecta en las picadas de Toby’s. Y en las pizzas de Toby’s. Y en las increíblemente deliciosas cervezas que sirven en Toby’s, que nunca fueron menos de tres.

Al intrépido lo privaron, esa noche, del premio. Al volver al departamento, le birlaron el postre.

-Me debe haber caído mal el agua, perdoname. Y hasta mañana.-

domingo, 24 de agosto de 2008

Tanti, por Juanito

El inexperto andaba medio perdido, aturdido por el alcohol y los excesivos estímulos visuales y auditivos. No sabía bien cómo acercarse, mucho menos qué decir, y ni hablar si había que ir más allá.

Pero no se podía quedar quieto, ella lo miraba, y hasta un novato como él podía advertir que algo de insinuación había en esos ojos chocolate. Juntó agallas y se aproximó con pasos que pretendieron ser decididos pero cuyo temblequeo desenmascaró el pico más alto de nerviosismo que había experimentado en su existencia.

- ¿Estás sola?- balbuceó como pudo.

- No, estoy con mi novio- respondieron los ojos oscuros, mirando para otro lado con cruel frialdad.

Agachó la cabeza y, algo deprimido, pegó media vuelta decidido a pasar atornillado a la barra lo que restaba de noche hasta que sus amigos, de mejor suerte, lo buscaran para volver a la casa incrustada en la serranía.

Pero cuando andaba por la tercera o cuarta botella, sorpresivamente lo tomaron de la mano y sin mediar palabra lo metieron a las apuradas en un escondite en el que el inexperto descubrió que había mucho más detrás de esos hermosos ojos chocolate.

martes, 19 de agosto de 2008

Intihuasi, por Duar

La gruta de Intihuasi es una caverna natural situada en las serranías de la provincia de San Luis, en el centro de Argentina. Se llega esquivando los baches de la ruta que la une con la capital provincial, una cinta que ni demarcada está, pero te deja justo en la entrada. Una vez que entrás, sos oficialmente un hombre de las cavernas. La gruta te provee de cobijo en las tormentas y refugio contra depredadores, que son nada menos que feroces tigres de dientes de sable.

De esto no había noticias hasta que Ameghino anduvo por ahí excavando; recién ahí se supo algo. Después fue Rex González, apasionado por las crónicas de Ameghino, y confirmó sus sospechas: que la cueva rebalsaba de historia grande, como la llama Kusch, y de historias mínimas. Excavó un poco y publicó que la cueva tenía restos de actividad de, por lo menos, seismil años atrás. Cerró los ojos y se imaginó al hombre que recién comenzaba a pensar el mundo y se asustaba; el mundo lo agredía y el se defendía como podía. Para eso se asociaba con otros hombres y creaba las primeras herramientas.

Yo lo leí a Alberto y me mandé para San Luis sin pensarlo. Recorrí la cueva de pe a pa y no encontré vestigios de actividad humana.

-Todo lo que había acá se lo llevaron para La Plata- me explicó el señor que cuida la entrada.

viernes, 15 de agosto de 2008

San Carlos de Bariloche, por Juanito

Visitar Bariloche, sobre todo cuando uno transita la niñez, es descubrir un universo mágico. El lugar parece sacado de un cuento: las casitas alpinas, la nieve cubriéndolo todo, algún San Bernardo ornamental con un barrilito colgando del cogote y la esperanza, viva hasta el último minuto de estadía, de ver a la versión argentina del monstruo del Lago Ness emerger furioso de las aguas del Nahuel Huapi.

La ciudad, porción de una Patagonia turística levantada sobre pueblos aplastados por la Campaña del Desierto, se vende al viajero como un reino encantador, y esconde la historia bajo la alfombra de las periferias.

Mis viejos necesitaban un descanso del mundo real y nos llevaron para allá. Pero en algún momento entre excursiones, esquí y chocolates, el mundo real golpeó desde la radio del auto: la Asociación Mutual Israelita Argentina, en Buenos Aires, sufría un atentado devastador.

Consternados, casi a las corridas, nos metimos en un bar con tele para enterarnos mejor del asunto. Pero el aparato estaba ocupado por un resumen del recién finalizado Mundial de Estados Unidos, que no pudimos dejar de disfrutar.

lunes, 11 de agosto de 2008

Ciudad Autónoma de Buenos Aires II, por Duar

La 9 de Julio de Buenos Aires, es uno de esos lugares que hace sentir pequeña a la gente; no por nada es la avenida más ancha del mundo. Los recursos que históricamente privaron a La Quiaca de comida, al Chaco de escuelas y a la Patagonia de viviendas, se destinan a lavarle la cara a éste y otros suntuosos paseos, para que algunos gobernantes y ciertos ciudadanos ilustres puedan darse el gusto de llamar a estos pagos “la París Sudamericana”.

A los hombres les gusta empequeñecerse ante la majestuosidad de sus grandes obras: pirámides o puentes, murallas, canales, puertos o avenidas. Deberían probar la indescriptible sensación de paralizarlo todo, de ser la piedra en el zapato del gigante.

Ciento veinte colectivos mantienen cortado el trayecto que une la estación de Constitución con la Avenida de Mayo y sólo militantes políticos se atreven a recorrerla. Está vedado el tránsito a todo aquel que no vaya al acto en La Plaza.

Tranquilo hermano, que somos ochenta mil marchando a vérnoslas con estos oligarcas.

viernes, 8 de agosto de 2008

Villa Gesell, por Juanito.

-¿Golpearon la puerta?- El narigón, ya entrado en copas, dudaba de la eficacia de sus sentidos.

Sin dar tiempo a que le contestasen, abrió. Y apareció Alicia. Con un porro en una mano y un whisky en la otra. Y una pinta de haber estado castigándose desde temprano que ni les cuento. Por unos segundos sólo se escuchó el cansino aleteo de un ventilador de techo que advertía estar en sus últimas. El reflejo de la luz de un auto que pasaba afuera le iluminó el rostro, desencajado, duro.

Subestimando la siniestra imagen, hicieron pasar a la visita y la invitaron a la mesa creyendo que podrían divertirse a costa suya un rato, hasta acabar las botellas y partir de joda.

Pero uno no se ríe de Alicia, Alicia se ríe de uno. Y cuando ella se ofreció entera y ellos la rechazaron entre burla y carcajada, desataron su ira. Concentrada, casi poseída, se volvió a vestir y regresó a su casa en este barrio de la otra Gesell, la escondida, pero no sin antes, en una lengua extraña, dejar caer una conjura sobre los que se habían hecho los vivos.

Volvieron del boliche entrada la mañana, ojerosos y desalineados. No terminaron de pisar el comedor que notaron que alguien había estado ahí, y que sus pertenencias ya no.

Corrieron furiosos hasta lo de Alicia que ahora, convertida en toda una dama, tendiendo lenta, hipnóticamente la ropa, se limitaba a negar con la cabeza, haciendo como si no los conociera.

miércoles, 6 de agosto de 2008

Chascomús II, por Duar


Ángel se calzó su chaleco térmico y apretó fuerte los cordones de sus abrigados zapatos de cuero. Alisó su pelo, se colgó los anteojos y revisó los implementos para la faena: las lombrices, cuidadosamente seleccionadas entre las que abundan en los canteros del patio; caña y riel, facilitados por el vendedor que se acercó con su accesible plan de pagos; anzuelo, cuchillo, teléfono y demás enseres.

Chocho el hombre con la visita de su hija y su yerno desde La Plata. Todo presto para divertirse de lo lindo viéndolo al susodicho lanzando la línea a las tranquilas aguas de la laguna.

Ni bien salieron de la casa se enfrentaron con el rigor del viento y la llovizna pero, tenaces, bien dispuestos, enfilaron hacia el muelle. Ahí, padre e hija explicaron el procedimiento al neófito acompañante; acto seguido le endilgaron la responsabilidad y se frotaron las manos ante el inminente fracaso, con papelón incluido, del yerno.

Las cosas se dieron más o menos como preveían: el susodicho no terminó lastimado gracias a la providencia, pero sus toscos movimientos e inseguridad los habían muñido de una buena cantidad de anécdotas para la vuelta. Ahora, de pescados, ni noticias.

Ángel, el suegro, no se mostraba sorprendido: tiempo después confesó que fue suyo el silencioso y providencial silbido, que ordena a los peces aparecer o esconderse, según amerite la ocasión.

sábado, 2 de agosto de 2008

Roldán, por Juanito

A pesar de la tenaz insistencia de sus cofrades, el dueño de las riendas consideró que el perrito debía quedarse abajo, así como estaba, zigzagueando con audacia entre las ruedas del sulky que se dirigía a toda velocidad hacia el mercado.

Saliendo de la quinta, tomaron por la segunda calle de tierra hacia la izquierda. Por ahí avanzaron hasta toparse con un eucalipto solitario, y enfilaron hacia donde se veían unas chozas a medio construir o a medio desplomarse. Al llegar a ellas, según les habían dicho, se asomaría Roldán en el horizonte.

Al pecoso se lo veía especialmente preocupado, revisando a cada instante que los reflejos del can siguieran asegurándole la existencia.

-Va a estar bien...- lo tranquilizaba el chofer.

Y estuvo bien, hasta que no estuvo más. Los castigados caminos de la zona le jugaron una mala pasada al animal: cayó en un pozo demasiado profundo para sus patas amarretas y la pesada rueda del carruaje no lo perdonó. Entregó un agónico chillido, una mirada desesperanzada y salió disparado, desapareciendo para siempre entre las malezas de un terreno baldío.

Los muchachitos, en silencio, pegaron media vuelta, jurándose que jamás se mencionaría el asunto.