
Que por la aukaipata pedregosa del Shincal se pasean a diario sombras de ausencia. En los días buenos, flotan recuerdos orgullosos de un esplendor lejano. También tienen sus días tristes: entonces los lamentos que exhalan marchitan los sunchos que se desparraman por el valle y llenan de escalofríos a quienes por ahí transitan.
El río corre como entonces, por épocas, y lleva en su cauce lágrimas y metales pesados, secuelas de la derrota histórica. La de Juan Chelemín, ahorcado y descuartizado en plena plaza. La de las minas de cielo abierto que exprimen a Catamarca su mineral más precioso, que no es el oro sino el agua.
Foto: vano de una kallanka del Shincal, perteneciente a licor de mandarina, en flickr.
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