miércoles, 10 de septiembre de 2008

Fighiera, por Juanito

Muchas motos y más bicicletas merodeaban incesantes alrededor de la plaza de Fighiera, que como sucede en cada pueblo argentino, está cercada por la Municipalidad, la escuela y la capilla.

Una Navidad más ahí, pero es la última que voy a misa, advertí. Los venticuatro-de-diciembre funcionaban como el último y delgado hilo que me ligaba a la Iglesia. El próximo pasaría directo a la cena familiar, sin simulacro religioso mediante.

Más o menos lo de siempre: todos felices, todos sonrientes, todos amigos. Como si nadie tuviese la culpa de nada, diría Mafalda.

Diferente era el cura: jovencito, mirada profunda, barba descuidada. Recién llegado desde vaya a saber uno dónde, le tocaba la complicada misión de reemplazar a un párroco cuyo discurso había conformado durante años la conciencia de la feligresía.

En el templo, un nervioso murmullo evidenciaba la lógica expectativa que devino de la novedad. Pero de arranque se anularía toda posibilidad de idilio: a la hora del sermón tuvo el atrevimiento de denunciar las desigualdades sociales del país, en un día que debería ser pura alegría, rezongaron escandalizadas las señoras.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Interesante. Esto da para cinco textos por separado, ojalá el autor logre,con el tiempo y trabajo, sacar mejor provecho a lo que escribe y ser más concreto, porque está hecho un remolino.

Pero escribiendo se aprende a escribir bien.

Felicidades Juanito.