viernes, 3 de octubre de 2008
San Antonio Oeste, por Duar
Me es difícil dejar de pensar que San Antonio Oeste es un cementerio gigante, una ciudad-cementerio, una necrópolis. Ni las fotos de la Secretaría de Turismo, imágenes de playas tranquilas y soleadas, llenas de chicos chapoteando en el agua, pueden borrar recuerdos...
… de calles polvorientas y casas de madera y de chapa, con sus paredes descascaradas, siempre viejas y humildes; y todo el marco gris que el cielo, el suelo y el agua formaban aquella vez que anduve por allá.
… del playón de la estación, el cementerio de trenes. Donde se acumulan como juguetes viejos, como si se hubieran arrastrado hasta allí para dejarse morir, formaciones completas de todas las épocas: vagones de madera, livianos y llenos de agujeros, y de acero, pesados y oxidados, como atacados todos por la misma viruela.
Cómo será de fulera la cosa, que hasta en el acceso a la ciudad, sobre la ruta 3, hay expuesto, a modo de advertencia, un coche destruido: a ver si te avivás, gil, que si no andás con cuidado por la ruta vas a terminar en San Antonio Oeste, como todo lo que termina acá.
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