Dirán que se trata de un asentamiento de inmigrantes alemanes, pero fui yo quien inventó La Cumbrecita.
Fue mi presencia la que levantó sierras de colores, arroyos transparentes y peces parlantes. Mi percepción construyó caminos fantasma, pendientes abismales y cascadas murmurantes. Mis ojos le dieron entidad a los más maravillosos arco iris que se hayan formado en cualquier rincón del mundo, y el rozar de mis dedos dotó de suavidad a pinos de cien metros de altura que esconden castillos y cuevas profundísimas, protectoras de tesoros invaluables y dragones tricéfalos.
Mis sueños dibujaron caballos gigantezcos y gente feliz.
Fue sí la naturaleza la que, celosa de mi creación, nos mandó una tormenta de granizo cuando andábamos de caminata allá por La Olla, a varios kilómetros del hotel. Mi hermanita me miraba y rogaba: -Hacé aparecer una tapera.
Mapa: Marcelo Lancellotta y Diego Vidal
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