Al intrépido le calzaron un cascabel al cuello y quedó para siempre domesticado. De a poco, alternativamente disfrutando y sufriendo sabores y sinsabores de ya no ser uno, le fue tomando el tiempo a la vida de casado.
Así abandonó el desafío a los sentidos que le proponía el agreste paisaje del Norte y se dejó llevar a las playas del sur, a vacacionar como pequeño burgués.
Juntos, gato y cascabel, encontraron la forma de hacer coexistir gustos y disgustos que marcaban a priori diferencias irreconciliables. Pensaron que el amor era un juego dialéctico y hallaron la síntesis perfecta en las picadas de Toby’s. Y en las pizzas de Toby’s. Y en las increíblemente deliciosas cervezas que sirven en Toby’s, que nunca fueron menos de tres.
Al intrépido lo privaron, esa noche, del premio. Al volver al departamento, le birlaron el postre.
-Me debe haber caído mal el agua, perdoname. Y hasta mañana.-
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