
A los hombres les gusta empequeñecerse ante la majestuosidad de sus grandes obras: pirámides o puentes, murallas, canales, puertos o avenidas. Deberían probar la indescriptible sensación de paralizarlo todo, de ser la piedra en el zapato del gigante.
Ciento veinte colectivos mantienen cortado el trayecto que une la estación de Constitución con la Avenida de Mayo y sólo militantes políticos se atreven a recorrerla. Está vedado el tránsito a todo aquel que no vaya al acto en La Plaza.
Tranquilo hermano, que somos ochenta mil marchando a vérnoslas con estos oligarcas.
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