¿Y por qué no usan animales?
Porque se quejarían.
¿Del peso?
No, del jornal.
Porque se quejarían.
¿Del peso?
No, del jornal.
Difícil fue para el viajero no ser turista, aunque él sostenga lo contrario. Se le complicó dejar el lugar de observador curioso, analítico, explorador de razones y estructuras. ¿Se puede decir que de tanta búsqueda de la realidad, no la vivió?
Tampoco es para exagerar, en ocasiones sí lo hizo, vaya si lo hizo. Pero no pudo, por ejemplo, en La Quiaca: mientras hacía sellar su pasaporte, estudiaba asombrado -hasta tomó una fotografía- cómo los tipos -y las tipas y los tipitos- andaban a las corridas de un lado a otro de la frontera, encorvados, cargando robustos bolsones que bien podrían haber sido verduras frescas o historia latinoamericana.
Le costó entender que eso no era sólo La Quiaca y el colla y la frontera. Con el tiempo pensaría que eso es el mundo, que La Quiaca es todos lados. Llegaría a considerar que La Quiaca es él mismo, su escenario, los amigos y los no tanto. Todo junto, quizás llevado al absurdo, o ni siquiera.
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