sábado, 28 de junio de 2008

Villa Urquiza, por Juanito

Nacía un problema: ninguno de nosotros tenía la más remota idea de cómo cocinar una raya. Preguntando aquí y allá conseguimos la dirección de una señora que nos ayudaría.

Tenía tantos años como la ciudad, quizá como el país y, efectivamente, sabía qué hacer con el bicho. Nos pidió que esperemos un momento, pasen si quieren, es cosa de un minuto; desapareció de la habitación.

Acto automático de quien ha sido dejado solo en casa ajena, me interesé por las imágenes. En especial me llamó la atención una de la vieja a pies del Monumento al Estibador. Ambos lucían orgullosos de un puerto ahora muerto, desafiando a rostro firme la violencia del viento y el tiempo.

Irrumpió súbitamente secándose las manos con el delantal, reptó hasta el aparador y sacó una cuchilla enorme, filosa, amenazante.

- ¿Quién fue el pescador?- indagó mirando de reojo, siempre encorvada.

Fui señalado.

- ¡Asasino!- estalló la anciana acercándose a la raya.

Y cada diez segundos, mientras cercenaba: - ¡Asasino! ¡Asasino!- con esa espada, ahora cubierta en sangre; con ese rostro cada vez más raído, interpelándome.

Todos reían, nerviosos; ella a carcajadas. Yo me consideraba hombre muerto.

Foto: www.flickr.com

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