martes, 24 de febrero de 2009
El Rodeo, por Duar
El viajero se topa con Chica en Bici mientras baja desde La Poma a toda velocidad. La ve darse un golpazo en medio de la ruta y salvar su vida de milagro, arriba de una bicicleta sin frenos. Le hace un lugar en el asiento del auto y la acerca a su casa, en El Rodeo, valle abajo. Durante todo el viaje, intercambian experiencias y opiniones: le pregunta cómo es vivir en los Valles y le cuenta como es vivir en la ciudad. Como es natural, los dos eligen enumerar los tragos más amargos de sus respectivas existencias y ponderan el día a día del otro.
El proceso tiene su explicación: quince minutos de charla les alcanzaron para separar la cosa de objeto y centrarse en este último. Catalogarlo. Estereotiparlo. Idealizarlo. Inquirirle en base a eso. Adivinar sus respuestas. Repreguntar. Los dos. Casi sin respiro, como un tiroteo.
Al final del viaje, descienden del vehículo y se despiden para siempre. El viajero, de vuelta en el auto, mastica un carajo.
—No le pregunté el nombre —se lamenta, y se lamentará por siempre.
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