El paseo por Chascomús tiene sólo un par de citas obligadas; el resto es para echarse panza arriba. Es así nomás: hay que pasar por la Plaza; que tiene la Catedral, el Teatro y la casa de los Alfonsín. A lo sumo la vieja estación o la iglesia de los negros.
Chascomús, cuna de orgullosos federales. Los Libres del Sur muestran sus tradiciones y su argentinidad a flor de piel en cada esquina: el nombre de sus calles ilustra el progresismo de la generación del 80 y su adoquinado guarda ecos de antiguos carruajes que descansan en el Museo Pampeano.
El aire familiar, entrador y picarón de los cincuentones que se saludan en cada esquina tiene su institución en El Reino de la Amistad: un chascarrillo que se transformó en fiesta de la ciudad, de la mano de los parroquianos de un viejo bar.
Chascomús, tierra fértil de la Pampa, guardó en su cálido humus la semilla de mi media naranja: así llegué un una tarde de sol, para hacer esas tres o cuatro cositas: la plaza, los museos, Alfonsín… y disfrutar de un atardecer peronista tomando mate en la Laguna.
viernes, 23 de mayo de 2008
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