jueves, 27 de mayo de 2010

Embarcación, por Duar

Un día voy a contarles cómo fue que, una tarde de calor, con nueve añitos de edad y trepando por las barandas de la glorieta que hay o había en la plaza de Embarcación, Salta, a donde no he vuelto desde entonces, se me ocurrió que tal vez hacerme un moretón en la frente podía ser una buena idea y me decidí a cabecear el primer vértice que encontrara, con tanta mala suerte que terminé abriéndome la frente, ligando siete puntos de sutura, asustando a padres y abuelos y, lo más importante, despertando de la siesta al Doctor Velázquez que, miren si habrá sido bueno, me perdonó a cambio de que le comprara ciertos caramelos de frutilla o cereza a los que era especialmente afecto.

No hay comentarios: